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04
NOV
2024

“Políticas de señuelo, ni esperanza ni consuelo, desapego”

No confundamos falta de información con desinformación o falsa información, difundida para influir tergiversando u ocultando la verdad. La falta de información también puede ser malintencionada, sin embargo, en muchos casos es simple dejadez o falta de cultura comunicacional. Informar implica asumir responsabilidades sobre el contenido de los mensajes, dar explicaciones y ofrecer respuestas que no siempre hay o no son las que gustaría dar. Informar con veracidad es un acto de honestidad y transparencia que requiere madurez personal, solvencia profesional y transparencia organizacional.

Madrid 4 de noviembre de 2024

Informar sobre las causas y consecuencias de una decisión significa tener que asumir responsabilidades y casi nunca existe esta predisposición. Determinadas informaciones deberían implicar la dimisión de una o varias personas responsables de su mala gestión por incompetencia o negligencia. Lamentablemente, la dimisión por asunción de responsabilidades es un hecho insólito que, al no producirse, genera impunidad, vulnerabilidad y sensación de indefensión de las personas afectadas por una decisión errónea.

“Dimitir es un acto de honestidad y valentía que promueve ejemplaridad y ayuda a redimir la imagen pública de una persona y de la organización o institución a la que representa”.

En el ámbito político, solemos escuchar a los máximos responsables de un hecho o circunstancia concreta para acusar a otros de sus propios errores, en vez de hacerlo para asumir su responsabilidad, disculparse por los daños causados y poner su cargo a disposición de quien corresponda. Dimitir es un acto de honestidad y valentía que promueve ejemplaridad y ayuda a redimir la imagen pública de una persona y de la organización a la que representa. Esto no quiere decir que la dimisión se convierta en eximente frente a posibles responsabilidades de carácter jurídico, sin embargo, libera total o parcialmente al dimisionario de su mayor condena, la percepción y autovaloración negativa y la mala conciencia.

“Frente a la información falaz, información veraz. Nada como el dato contrastado para neutralizar el falso relato”.

Respecto a cómo combatir la desinformación, hay una fórmula infalible: frente a la información falaz, información veraz. Nada como el dato contrastado para neutralizar el falso relato. La desinformación se nutre, fundamentalmente, de la falta de información. Es necesario dar respuestas, incluso antes de que las personas lleguen a preguntarse qué, cómo, cuándo y por qué. Si esas respuestas no llegan a través de los canales y medios de comunicación internos o externos a la organización, en el lugar y momento adecuado, cada persona buscará sus propias explicaciones y casi nunca coincidirán con las circunstancias reales. En este tipo de situaciones triunfan los intoxicadores al ocupar el espacio de quienes deberían haber informado, es más, llegan a parecer creíbles y confiables al ganarse la confianza y el agradecimiento de aquellos que esperaban respuestas que nadie les daba. Suplir la incertidumbre con falsas certidumbres es una de las maneras más sencillas y eficaces de conseguir adeptos.

En cuanto a la famosa posverdad, se denominada así por considerarla un fenómeno social perteneciente a una época posterior a la verdad, en la que los relatos y sus argumentos se basaban en datos y hechos objetivos. Los relatos basados total o parcialmente en mentiras se crean para espolear emociones y generar tendencias de pensamiento irracionales enfocadas hacia la construcción o destrucción de uno o varios objetivos.

El profesor de Psicología Social de la Universidad París V, Guy Durandin, describió la desinformación y sus consecuencias de manera sencilla y comprensible: “hacer creer que algo que existe, no existe; hacer creer que algo que no existe, existe; deformar lo que existe” (1983).

“Los manipuladores que se alimentan de la desinformación procuran impedir el análisis y la reflexión forzando la precipitación en la toma de decisiones”.

Estos virus informativos prosperan e infectan las sociedades por la pérdida de los principales valores personales: responsabilidad, humildad, empatía, respeto y confianza; también por la ignorancia inducida a través de deficientes sistemas educativos plagados de sesgos ideológicos. A todo ello se suman la ignorancia, la inmediatez y un exceso de información (infoxicación) a través de los medios y redes sociales, imposible de procesar y digerir. Son masas de información y desinformación que se engullen. No se da tiempo al análisis y la reflexión, al diálogo y al debate constructivo, se escucha para contestar, no para comprender e intentar aportar valor argumental a una conversación.

Las estrategias y tácticas diseñadas y ejecutadas para confundir y manipular suelen utilizarse con objetivos políticos, también a nivel corporativo e institucional. Llega a generase tanta confusión y desconfianza que las personas terminan por no saber en qué creer ni a quién y este es uno de los efectos deseados por los intoxicadores. No hay nada peor que una persona desorientada y sin referencias sólidas. Este es el punto de incredulidad e inseguridad que buscan y fomentan los manipuladores.

No se puede vivir sin creencias, necesitamos creer en divinidades, ideas, personas o colectivos para asirnos a realidades que aporten seguridad a nuestro devenir vital. El filósofo José Antonio Marina explica que:

“creer es una propiedad connatural de nuestra inteligencia. Tener fe es confiar en algo, y cada persona tiene su particular sistema de creencias. Necesitamos confiar en que hoy, al salir a la calle, todo seguirá igual que ayer, en que nuestra pareja nos ama o en que Dios existe”.

Cada uno de nosotros creemos en aquello que nos motiva para seguir adelante y continuar con nuestras vidas. La palabra “fe” proviene del latín fides, “lealtad” o “confianza”. Esto lo saben bien los manipuladores, los desinformadores y creadores de falsos relatos que venden confianza y seguridad para que sus víctimas crean y depositen en ellos su confianza.
La desinformación y sus falaces relatos de la posverdad convierten a las personas en náufragos que flotan a la deriva a merced de las corrientes. Es en esas circunstancias cuando aparecen los “rescatadores” con sus salvavidas, les suben a sus embarcaciones y los ponen a trabajar para ellos, haciéndoles creer que, siendo esclavos en las bodegas de sus barcos piratas, hace menos frío que en las gélidas aguas de la indefinición.

“Le diferencia entre consumo responsable y consumismo estriba en la prevalencia de la razón frente a la emoción”

En cinegética se usan señuelos con la intención de seducir y atraer una pieza para cazarla, en el caso de la pesca se utilizan para que las presas muerdan el anzuelo. Generalmente, así sucede en el caso del marketing político, también en el terreno publicitario o en el mal periodismo entregado al Sol que más calienta. Los caladeros de votos en el ámbito de la política o de los nichos de mercado en el campo comercial, no deberían ser territorios sociales en los que calar las redes de pesca o usar señuelos, es decir, engaños. La diferencia entre consumo responsable y consumismo estriba en la prevalencia de la razón frente a la emoción, vehículo usado por los pescadores de ilusos para capturar sus presas con ilusionantes señuelos de efímera felicidad.

No se puede afrentar la inteligencia social con tales artimañas, tan obsoletas como anacrónicas en relación con unos ciudadanos rodeados de abundantes fuentes de información. Cierto es que a veces las fuentes están contaminadas, pero otras no y la libertad de las personas para escoger debe prevalecer frente a la manipulación que, aunque triunfe a corto plazo, suele ser pan para hoy y hambre para mañana (aunque a veces el pan dure más de lo que nos gustaría).

«Existen preciosos jardines cuajados de plantas venenosas, no por ello, menos hermosas».

En lo que se refiere al ámbito corporativo y sus acciones de marketing y comunicación, el escritor brasileño Mário Quintana, apodado el poeta de las cosas simples, nos dio las claves del éxito, también aplicables al ámbito personal o profesional:

“El secreto no es correr detrás de las mariposas, es cuidar el jardín para que ellas vengan hacia ti”.

Sin embargo ¡Cuidado! existen preciosos jardines cuajados de plantas venenosas, no por ello, menos hermosas. Objetividad, sentido común, análisis y reflexión, son imprescindibles para discernir. Es evidente que quien te incita a tomar decisiones precipitadas, se beneficia de ello, motivo por el que promueve la precipitación. Friedrich Nietzsche, filósofo, poeta, compositor musical y filólogo alemán afirmaba que:

La prisa es universal porque todo el mundo está huyendo de sí mismo”.

Las prisas son malas consejeras, malas compañeras y origen de errores que unas veces podemos corregir y otras lastran durante años o para siempre.
Paz y ciencia. Serenidad en el análisis, profundidad en la reflexión y firmeza en la decisión, estas son algunas de las claves de gobernanza consciente en la dirección corporativa, en el ámbito institucional y también en el plano personal y profesional.

Me despido citando a Carl Gustav Jung, médico psiquiatra, pionero de la psicología profunda y ensayista suizo:

“Las personas podrían aprender de sus errores si no estuvieran tan ocupadas negándolos”.

Negar un error no lo hace desaparecer, lo acrecienta convirtiéndolo en una barrera infranqueable en las relaciones con los demás y en nuestro crecimiento personal. La vida es una carrera de obstáculos, un aprendizaje constante y todos nos equivocamos antes o después, en mayor o menor medida, reconocerlo, disculparse por ello y asumir responsabilidades forma parte del aprendizaje vital; no nos neguemos esa oportunidad de evolucionar.

 

Tomás González Caballero

Corporate strategy expert / Branding senior advisor

CEO Veratya Estrategias Corporativas.

 

CEU Escuela de negocios:

Director académico y profesor: Programa Ejecutivo de Comunicación corporativa y Branding

Profesor: MBA Executive en Dirección y Administración de Empresas

Sobre el autor
Profesional y empresario en consultoría de estrategia y operaciones. Articulista y conferenciante, cuenta con más 40 años de experiencia en Investigación de públicos, Comunicación corporativa y Branding. Socio fundador de Veratya Estrategias Corporativas®. Director académico y profesor de Branding en el “Programa Ejecutivo de Comunicación Corporativa y Branding” y profesor de Branding en el “MBA Executive en Dirección y Administración de Empresas”, ambos en CEU Escuela de Negocios C y L.
  1. Antonio de Vicente Reply

    Artículo de tremenda y creciente actualidad, en un mundo donde la información nos desborda y, con frecuencia, persigue persuadirnos. Efectivamente, su lectura no nos deja indiferentes.Enhorabuena a don Tomás.

  2. Gonzalo González y Gómez de Sandoval Reply

    Excelente artículo, Tomás. Enhorabuena.
    Cada vez estoy más asombrado por la cantidad de bulos que aparecen motivados por ese caldo de cultivo que es la desinformación.
    Tu artículo incita a la reflexión. Me encanta. Gracias por compartir.

    • Tomás González Caballero Reply

      El bulo, del caló bul (porquería), no es nuevo, pero ha aumentado exponencialmente al ser considerado por los estrategas de marketing político como herramienta ofensiva. Este hecho, sumado a la difusión masiva a través de las redes sociales, convierten al bulo en un deleznable fenómeno de masas.

  3. Emiliano Alonso Reply

    El artículo hace honor a tu currículum, es fenomenal y digno de aplauso
    El final es aplicable a discernir sobre cuáles son las buenas y las malas informaciones, tantas como nos rodean en el momento actual.
    Objetividad, Sentido Común, Análisis, Reflexión, Contrastar, y todo ello sin prisa.
    Con Paz y Ciencia, Serenidad y Profundidad en el análisis, adoptar las Decisiones con Firmeza.
    Las personas podrían aprender de sus errores, si no estuvieran tan ocupados en defenderlos, negándolos
    Esto me lo guardo para trasmitirlo

    • Tomás González Caballero Reply

      Muchas gracias, Emiliano. Tus generosas apreciaciones son muy bien recibidas. Me alegro si he logrado arrojar algo de luz sobre las tinieblas de la desinformación.

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