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ENE
2024

“Alma, comunicación y vida”

La mayoría de los profesionales de la comunicación conocemos la importancia de conmover, de llegar al corazón de las personas, a su parte irracional. Emocionar, perturbar, apasionar, enternecer, estremecer, entusiasmar son, entre otros, sinónimos de emocionar. Pero ¿Por qué la mayor eficacia en la comunicación se alcanza a través de la emoción y no de la razón, distinta de la lógica?

Madrid 15 de enero de 2024

La lógica, ciencia que estudia las formas del pensamiento, tan utilizada por los juristas para esgrimir sus argumentos, es el camino que nos conduce hacia la razón, catalizadora del entendimiento y posterior comprensión.

La emoción, reacción psicofisiológica, cognitiva y conductual, puede aparecer espontáneamente o ser inducida, de hecho, habitualmente lo es, especialmente, desde la comunicación usada en el ámbito de la política. Los sentimientos son un estado de ánimo y afloran en quienes reciben el mensaje como respuesta a una exposición de los hechos, por la evocación de un recuerdo o frente a cualquier circunstancia que requiera ser interpretada y comprendida. Es una cuestión de supervivencia. Ante la incertidumbre o por falta de certeza, buscamos instintivamente la seguridad, porque la supervivencia es el instinto primario que rige nuestras vidas. Al desaparecer el suelo bajo los pies, es decir, cuando sucede lo inesperado en nuestras vidas y el vértigo ante lo desconocido se apodera de nosotros, cualquier superficie sobre la que poder sustentarse o a la que poder agarrarse es bienvenida, por más falsa e inestable que esta sea. En esas circunstancias, el pensamiento crítico, ese gran ausente, es esencial para no caer en el determinismo, doctrina filosófica que somete a sus acólitos a la ley de causa y efecto como hecho incontrovertible de la condición humana. Más allá de lo místico o de lo esotérico, de lo racional o de lo emocional que resulte este enfoque filosófico, lo cierto es que resulta una postura demasiado cómoda como para considerarla adecuada ante la beligerancia comunicacional que asola nuestra cotidianeidad.

“Ser crítico y discrepar se ha convertido en una arriesgada posición para valientes, ajenos a la polarización inducida ¿Cómo se puede ser acrítico ante la poderosa avalancha de lodo ideológico que invade los fértiles valles de la inmadurez social?”

La desinformación, es decir, la mentira instrumentalizada para la manipulación nos invade e intenta condicionarnos a través de la coacción o de falsas expectativas. Discrepar de lo considerado “políticamente correcto” se ha convertido en un heroico acto de rebeldía e insubordinación. Ser crítico y discrepar es una arriesgada posición para valientes, ajenos a la polarización inducida ¿Cómo se puede ser acrítico ante la poderosa avalancha de lodo ideológico que invade los fértiles valles de la inmadurez social? Lo cierto es que está sucediendo, especialmente en el mundo occidental.

Serenar y apaciguar, como opción a emocionar.

Por norma general y como sabe cualquier publicista, lo más rentable en el corto plazo es emocionar, especialmente, en el ámbito del marketing orientado hacia la comercialización de productos y servicios. Por supuesto, también en el perverso territorio del marketing político, contradictorio en si mismo, ya que el pueblo (la polis) y el mercadeo, no deberían discurrir por el mismo sendero.

Las organizaciones más rentables y perdurables en el tiempo han descubierto que la serenidad y el equilibrio son mucho más estables y perdurables que la emotividad. Es lógico, ya que su principal valor reside en mantener la calma frente a la adversidad ¿Qué organización aspira a lo contrario? Parece una pregunta de fácil y lógica respuesta ¡Cualquiera! sin embargo, no es así. En ocasiones se busca el río revuelto o se agitan las aguas sociales para obtener ventajas, ganancia de pescadores, como suele decirse. Crear turbulencias y generar inestabilidad resulta fácil para cualquier comunicador avezado, por eso la confrontación es una de las estrategias más usadas por aquellas personas u organizaciones movidas por su adicción al poder y al dominio, a la potestas más que a la auctoritas. Sembrar la discordia, crear enemigos y focalizar la atención en ellos, fomentar el enfrentamiento, desestabilizar social y económicamente con crisis inducidas, organizar maniobras de distracción para desviar la atención mientras se comente la fechoría programada, todo ello forma parte del lado oscuro de las estrategias de comunicación. Afortunadamente, la comunicación también se usa para fomentar y alcanzar objetivos plausibles. Somos seres duales en los que tiene cabida el bien y el mal que pugnan por prevalecer en nuestras vidas, está en nuestras manos ser conscientes de ello y obrar en consecuencia.

Comunicación con alma.

La comunicación con alma es aquella que, desde una visión netamente humanista, antropocéntrica y respetuosa, sitúa a las personas en el centro de su concepción y no en el centro de su diana. La estrategia se basa en el engaño y es útil para combatir en las guerras, pero no debería utilizarse en las relaciones humanas, tampoco a nivel interpersonal o institucional. en esos ámbitos de actuación debemos hablar de proyectos y planificación, de acuerdos y objetivos compartidos por interés mutuo. Para ser eficaz, poderosa y perdurable, la comunicación debe ser concebida desde la sinceridad y utilizada bajo un prisma de bilateralidad, buscando el honesto y sincero beneficio de las partes. Da igual que sea entre personas o entre colectivos que, al fin y al cabo, están formados por individuos; se puede comunicar para hacer el bien o para hacer el mal manipulando, engañando y buscando el beneficio a corto plazo, lo que resulta letal en el medio y largo plazo. Solo los más ignorantes, los más necesitados o los dementes manipulan su comunicación y la de sus cómplices o lacayos, porque así podemos calificar a quienes siguen a personas manipuladoras, habiendo constatado que lo son.

Manipulación: “Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc. con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares” (RAE).

“La comunicación con alma es aquella que, desde una visión netamente humanista, antropocéntrica y respetuosa, sitúa a las personas en el centro de su concepción”.

Toda organización que pretenda una serena y franca relación entre los miembros que conforman su colectividad, debe tener una misión prioritaria: escuchar, comprender y resolver, en la medida de lo posible, los problemas que aquejan a los miembros de su comunidad. Realmente, en la mayoría de los casos, escuchar con respeto y asertividad a los miembros de una organización, es todo lo que hace falta para lograr un buen ambiente personal, profesional y empresarial. Para escuchar, hay que tener humildad y no cabe la impostura en las relaciones laborales o profesionales. Si se pretenden resultados satisfactorios para las partes involucradas, solo cabe la franqueza y la transparencia, eso sí, para ser transparente es necesario no tener nada que esconder y si lo hay, asumir que se descubrirá y afrontar las consecuencias. Actualmente, en un mundo donde los mejores escogen en qué empresa o proyecto quieren invertir su talento, de poco sirve aparentar ser lo que no se es o prometer dar lo que no se tiene.

“Toda organización que pretenda una serena y franca relación entre los miembros que conforman su colectividad, debe tener una misión prioritaria: escuchar, comprender y resolver, en la medida de lo posible, los problemas que aquejan a los miembros de su comunidad”.

A efectos de franqueza en la comunicación, me gusta poner el ejemplo de la comunicación en público. No hay mejor técnica de oratoria que la franqueza, el respeto y el cariño hacia las personas que están escuchando, aderezado con grandes dosis de naturalidad. Además, se han de tener conocimientos y experiencia sobre aquello de lo que se habla, lógicamente. La comunicación no verbal y los artificios con los que algunas personas se empeñan en “aprender a hablar en público”, se vuelven en su contra al convertirse en muestras de falsedad. Las audiencias terminan detectando la clase de persona que se dirige a ellas. La energía que transmitimos cuando hablamos de corazón, esa que fluye hacia nuestro público provocando la deseada conexión emocional, solo surge desde la verdad, jamás desde la falsedad. Todos conocemos algún caso de mentirosos patológicos que parecen contar con la complicidad de sus votantes, en el caso de los políticos o de sus trabajadores, en el caso de empresarios o directivos. Tan solo es connivencia, interés al fin y al cabo, nada que ver con la sincera concordancia entre quienes respetan la diferencia, se enriquecen en la discrepancia, fomentan la tolerancia y crecen compartiendo sus criterios, nunca imponiéndolos. En el ámbito de la comunicación, acordar y pactar, equivalen al mutuo entendimiento, como mínimo, al enriquecimiento de los interlocutores. Por supuesto, partiendo de la base de que estos son lícitos, en todos los sentidos. La comunicación debe ser un medio para alcanzar la armonía, jamás la disonancia y debería ser posibilista, enfocada en el acuerdo no en la confrontación, tan rentable para unos pocos y tan letal para la mayoría.

El alma o ánima de la comunicación, está íntimamente vinculada a la forma de ser y proceder de las personas, a su idiosincrasia. Gestionar adecuadamente la comunicación de una organización pasa por escuchar a sus miembros, también a sus stakeholders (grupos de interés), haciéndoles partícipes de los objetivos y motivándoles para que colaboren y faciliten su consecución. Es importante resaltar que esa motivación no puede ni debe ser únicamente económica. Hay otros factores motivacionales más poderosos y duraderos, como son: el respeto, la escucha activa, la solidaridad y una actitud proactiva desde las posiciones de liderazgo para aportar soluciones convincentes.

“Gestionar adecuadamente la comunicación de una organización pasa por escuchar a sus miembros, también a sus stakeholders (grupos de interés), haciéndoles partícipes de los objetivos y motivándoles para que colaboren y faciliten su consecución”.

Los miembros de una organización deben estar alineados con esos objetivos corporativos y viceversa. Una empresa, como una asociación o cualquier otro colectivo será lo que sus miembros quieran, no lo que se les imponga. Fomentar esa voluntad a través de la confianza, es la ardua y hermosa labor que espera a quien pretenda ejercer honestamente el liderazgo desde cualquier posición directiva o política.

 

Tomás González Caballero

Corporate strategy expert

Branding senior advisor

Sobre el autor
Especialista en conceptualización, creación e implementación de estrategias corporativas y de branding. Con más de 35 años de experiencia, ejerzo mis responsabilidades con entusiasmo y entrega, buscando siempre la excelencia. Soy amante de los entornos digitales sin olvidar la importancia de los presenciales. Aporto experiencia, conocimiento, metodología y pasión en cada proyecto, con plena orientación a resultados.
  1. Antonio de Vicente Reply

    La lectura de este magnífico artículo de don Tomás evoca a Inmanuel Kant, a Marco Tulio Cicerón y a Sigmund Freud, entre otros. También a Aristóteles. Disecciona lo auténticamente humano que hay en nosotros. Y lo ejemplariza. Por eso me ha gustado. Enhorabuena a don Tomás.

    • Tomás González Caballero Reply

      Muchas gracias por su valoración, D. Antonio. Como siempre muy acertado.

      • Purificación Del Valle Pellitero Reply

        Qué satisfacción oírte después de tanto tiempo!!! Y qué interesante, realista y positivo es tu artículo. Todo mi apoyo y conexión con tu forma de pensar y de expresarte.
        Enhorabuena!!!

        • Tomás González Caballero Reply

          Querida Purificación, la satisfacción del reencuentro es mutua. El azaroso río de la vida, arrebatado de cataratas, torrentes y meandros, esconde agradables remansos de reflexión en los que humanistas convencidos y libre pensadores bebemos de las fuentes del saber y del querer.

          Gracias por seguir ahí.

  2. Jesús García-Conde Reply

    Es un privilegio tener como amigo y «profesor» a Tomás González Caballero. Saber que ha escrito un nuevo artículo me entusiasma tanto como en anteriores ocasiones. Aunque ha transcurrido tiempo desde que me informó de esta publicación, la ventaja de leer a TGC es que lo que dice es intemporal, no es la reacción caliente, tuitera, inmediata ante aun hecho. Es volver la mirada a lo más profundo, a la persona y a su necesidad de comunicarse siendo esta necesidad, probablemente, la primera de todas ya que hasta para comer, alguien te tiene que acercar el chusco de pan a la boca.

    Gracias a Dios, el determinismo empieza a caer en la vieja Europa. En Occidente en general. Se empiezan a romper los techos de cristal que nos separaban del cielo. Aparecen algunos discrepantes que se niegan a elegir entre el leviatán bifronte representado por la socialdemocracia, ahora radicalizada, y la democracia-cristiana, ahora convertida en centro-reformista. El consenso, la nada. Pero algo con esa apariencia de seguridad que tanto gusta y que tan bien se relataba en el primer capítulo de las memorias de Zweig.

    Y por ello se buscan las seguridades en las ideologías, filosofías políticas las llama Ayllón en su libro. Las ideologías dan seguridad porque, aparentemente, lo explican todo, especialmente las denominadas prometéicas como nos dice Pío Moa en su obra sobre Europa. Al final las ideologías no producen personas críticas, tan solo, hooligans de la opción escogida, recitadores acríticos de las jaculatorias del partido propio convertido en eslóganes de 140 caracteres que caben en un #hashtag, relevistas de los argumentarios como toda forma de elaboración política. Estos personajes son una plaga en los partidos políticos y afloran como setas los 25 de Diciembre ante el mensaje de Navidad del Rey. Entresacan trozos de un mensaje ininteligible y lo hacen propio, pero «cómo no lo vamos a comentar, es el Rey». Ha dicho nación ¿no lo ves? Ha dicho migrantes ¿no te has dado cuenta?… Y todos a comentar pensando que es el suyo y lo bien que ha estado. El techo de cristal. No se plantean que lo mejor para responder a la nada es nada.

    Pero, por desgracia y por alusiones, el germen de la discordia, ya está sembrado por la acción conjunta, connivente, dirían los juristas aplicando la lógica según nos dice TGC en el primer párrafo, de los irresponsables y los manipuladores. Frente a ellos, cueste lo que cueste se ha de combatir con serenidad, libérrimamente, defendiendo lo único realmente digno de ser defendido, la verdad. Si, la verdad, fuera de estrangulamientos relativistas. Nos lo dice Machado «Tu verdad NO, LA verdad, y ven conmigo a buscarla, la tuya, guárdatela». La franqueza con dosis de naturalidad a la que se refiere TGC. La búsqueda de la verdad y su comunicación, quizá no se adapten a esa forma utilitarista de comunicación que busca la emoción instantánea, la invocación al instinto, el retorno en plazo inmediato más que en el corto plazo.

    Y dicho todo esto me ha emocionado leer este artículo porque es de un profesor, de un amigo, y más que eso, por constituir una exposición serena de verdades que ponen en el centro a la persona. Alma, comunicación y vida… y nada más. Serenamente, brillante.

    • Tomás González Caballero Reply

      Amigo Jesús, la profundidad de tu excelso comentario a mi publicación «Alma, comunicación y vida», es la mejor prueba de que invertir en intelectualidad, propia y ajena, siempre tiene recompensa.

      Espero seguir estando a la altura de tan eminentes lectores como tú.

      Gracias por tu amistad, confianza y honesta lectura, tan generosa, como sincera. Me consta que así es por venir de un hombre íntegro y fiel a sus principios, como pocos he conocido.

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