“Veni, vidi, vici” la soberbia del César
Cuando Julio César utilizó la famosa expresión “Veni, vidi, vici” para comunicar al Senado de Roma su victoria en la batalla de Zela sobre Farnaces II, rey del Ponto, no estaba alardeando de que la batalla hubiera sido rápida y fácil, sino de su destreza militar y del poder del ejército a su mando, en concreto, de las guarniciones que Roma poseía en las provincias asiáticas. Así lo narraron en sus crónicas los biógrafos e historiadores romanos, Suetonio y Plutarco.
Este acontecimiento y la contundente afirmación cargada de soberbia expresada por el famoso emperador romano, se enmarcan en el ambiente de enfrentamiento que Julio César mantenía con el cónsul Pompeyo el Grande, a quien derrotaría en la guerra civil que provocó la caída de la República romana, dando paso al Imperio de Roma.
En el ámbito profesional o empresarial ” llegar, ver y vencer” no es fruto de la casualidad, sino el efecto de una causa, el resultado final de un proceso surgido de la visión estratégica, crisol en el que se funden conocimiento, experiencia, sensatez y tenacidad.
Hijo de una familia patricia, Cayo Julio César inició su formación a los 10 años, de la mano de Marco Antonio Gnifón, experto en literatura griega y romana. A tan temprana edad aprendió a leer y escribir con la Odisea (Odusia) escrita por el griego Livio Andrónico. Estas y otras lecturas, junto con las enseñanzas de maestros versados en oratoria y estrategia, convirtieron a Julio César en un hábil político y brillante estratega con grandes dotes de liderazgo, cualidad innata en él que potenciaron sus mentores. Entre sus muchas virtudes como líder cabría destacar su capacidad de comunicación, la implicación con sus tropas y una voluntad inquebrantable orientada a lograr el nuevo modelo de Roma con el que soñaba. Julio César tenía claro su objetivo y luchaba por lograrlo a cada instante de su vida. Pero yo destacaría una virtud que normalmente no suele ser comprendida por muchos de los que se consideran líderes: César sabía que las personas quieren ser guiadas, no controladas. No imponía objetivos y estrategias, los planificaba y consensuaba con sus generales logrando su máxima implicación y la de sus tropas.
En ocasiones, y como en el caso de Julio César, entre profesionales y empresarios se utiliza la expresión “Veni, vidi, vici” con la misma arrogancia de Julio César cuando transmitió al Senado de Roma su victoria sobre Farnaces II. Se pretende así mostrar potencia y capacidad para lograr la victoria, como signo de superioridad y aviso para navegantes.
Llegar, ver y vencer, únicamente puede ser la consecuencia de una estrategia bien concebida y planificada, dirigida por un líder y ejecutada por un equipo motivado y bien coordinado, capaz de ejecutar las tácticas definidas en la estrategia. Sin líder no hay equipo, y sin equipo no hay victoria.
“Vencer” es un término de origen latino derivado de Victoria, diosa del triunfo según la mitología romana. La victoria no debe ser considerada como el final de la batalla, sino como el principio generador de una nueva realidad difícil de gestionar. En tiempos de la República romana se celebraban las victorias erigiendo monumentos como la Columna Trajana, que conmemora la victoria de Trajano sobre los dacios. En la actualidad, como en aquellos tiempos convulsos, celebrar la victoria y erigir monumentos para presumir de ello y ensalzar el ego de los victoriosos, humilla y alienta ánimos de venganza en los vencidos, por lo que es aconsejable ser prudentes, discretos y generosos en la victoria.
“La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió” afirmaba Francisco de Quevedo. Cuántas gloriosas victorias se han derrumbado por la soberbia de los vencedores, y es que la gloria es un veneno que hay que tomar en pequeñas dosis, tal y como aconsejaba el novelista francés Honoré de Balzac.
Aunque parezca una afirmación utópica, incluso contraria al éxito, en la sociedad del siglo XXI enfocada hacia la economía colaborativa, no debería haber vencedores y vencidos. En el mundo empresarial, hoy más que nunca, las alianzas totales o parciales, perdurables o temporales, representan el mejor camino hacia el éxito, que no tiene que implicar necesariamente la derrota de nadie. Entre quienes colaboran, no hay victoria y derrota, hay beneficio mutuo. Todos ganamos cuando colaboramos, siempre y cuando lo hagamos de forma ordenada y teniendo en cuenta los intereses y el beneficio de las partes. Una alianza es eficaz y eficiente cuando todos ganan y sirve para la mejora continua y la competitividad, palabra de moda que nunca debe utilizarse cuando sólo sirve como excusa para que unos pocos obtengan beneficios a costa de muchos.
No debemos llegar, ver y vencer, debemos permanecer, observar y colaborar, y si tenemos capacidad para ello, liderar, aunque esta es una facultad de pocos que debe estar al servicio de la mayoría.
Tomas, totalmente de acuerdo, me alegro que enfatices sobre la colaboración
Gracias por compartir!
Querido Guillermo, para mi, la colaboración lo es todo. Enriquece nuestras vidas, personal, profesional y empresarialmente. Por otra parte, es un hecho que solos se llega más rápido, y acompañados más lejos.
Un saludo,