

“DIGNIDAD” – Honradez, respetabilidad, nobleza, honestidad, honorabilidad, integridad, probidad, rectitud, decencia, seriedad, decoro, pundonor, autoestima, orgullo, vergüenza, honra, honor, excelencia, realce, gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse. Así describe la Real Academia Española de la Lengua lo que significa dignidad.
Si advertimos o intuimos lo contrario en alguno de los mensajes que recibimos, sería lo más apropiado que los desestimásemos y tuviéramos en cuenta que quien los emite y quienes nos los han hecho llegar, no son dignos de credibilidad y mucho menos, de nuestra confianza, apoyo y compromiso.
Antónimos de dignidad son: ruindad, bajeza, abyección, humillación, vileza, deshonor, ultraje y desmerecimiento. No demos crédito y mucho menos apoyo y difusión a quienes se hagan acreedores de tales acepciones.
Madrid, 10 de septiembre de 2025
Para sentar las bases de esta reflexión sobre la maltrecha dignidad, obviada y pisoteada sistemáticamente por manipuladores y farsantes de todo tipo y condición, conviene asirnos con avidez a lo que sobre ella escribieron los grandes pensadores.
Para Sócrates (470 a. C. – 399 a. C.) la dignidad humana implica que las personas se conduzcan en favor de lo bello, de lo bueno y de lo justo. Su pensamiento más conocido al respecto es:
«La dignidad no consiste en tener honores, sino en merecerlos».
En el caso de Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770 – 1831), nos dice que la dignidad humana es una consecuencia de la autoconsciencia, porque los seres autoconscientes trazan una contraposición entre ellos mismos y el mundo objetivo circundante. No se conocen frases específicas sobre la dignidad de este influyente filósofo alemán, pero sí alguna reflexión relacionada con tan escasa virtud:
“Quien todo desea no quiere nada en realidad y nada consigue”.
Por su parte, Immanuel Kant (1724 – 1804), explica que el hombre nunca será solo un medio u objeto para conseguir un fin, sino que es un fin en sí mismo. Justamente de ahí procede su dignidad; de su característica de fin en sí mismo que lo hace único e insustituible, con un valor intrínseco que se denomina “dignidad”. Kant resumió este pensamiento en la siguiente frase:
«Trata a las personas como un fin, nunca como un medio para un fin”, en cierto modo, complementaria de esta otra: “La mayor perfección del hombre es cumplir el deber por el deber.”
Sería larga la lista de grandes filósofos y pensadores que han teorizado sobre la dignidad, proveniente del latín “dignitas” que significa excelencia, nobleza o valor y se deriva, a su vez, del adjetivo dignus, que significa «digno» o «merecedor» de algo.
Hace décadas que el marketing y la comunicación, totalmente interdependientes, conviven en una delicada relación. A menudo escuchamos que el marketing se basa en la estrategia y esta, en el engaño, sin embargo, la esencia del marketing, tanto en su ámbito estratégico, como operativo, se basa en el análisis y conocimiento del mercado y sus consumidores, y en la conceptualización y desarrollo de la comunicación que les haga llegar las propuestas de valor, acorde con sus necesidades. Así pues, hay dignidad y franqueza en la comunicación personal, profesional, comercial, corporativa o institucional que se basa en estas premisas de honestidad y coherencia. La conocida frase “ser digno de crédito”, expresa con claridad la vinculación entre la dignidad y la credibilidad. Solo quienes anteponen sus intereses a la verdad, dan crédito a una persona indigna de la atención que se le presta o del poder que se le otorga.
“Solo quienes anteponen sus intereses a la verdad, dan crédito a una persona indigna de la atención que se le presta o del poder que se le otorga”.
Es en la comunicación política donde la dignidad es más cuestionable, siempre, con honrosas y no pocas excepciones. La frase «el fin justifica los medios«, conocida anotación de Napoleón Bonaparte en su copia del libro “El Príncipe de Maquiavelo”, implica una perversión intrínseca a toda acción destinada a destruir para crear otra realidad.
La comunicación, a todos los niveles, debe construir puentes, enlazar voluntades, desentrañar confusiones y ser útil para alcanzar el entendimiento. La palabra «comunicación» proviene del latín communicare, que significa “poner en común” o “compartir algo” y está relacionada con el vocablo communis, que significa «común». Etimológicamente, la comunicación es la acción de hacer algo en común, de compartir información, ideas o sentimientos entre dos o más personas. Esta comunicación puede hacerse desde la dignidad o desde su contraria.
Es típica y recurrente la frase “la dignidad es lo último que se pierde”, pero, muchas personas están dispuestas a ser indignas a cambio de beneficios económicos o políticos, especialmente ante situaciones de supervivencia. Una persona o una organización pierden su dignidad si engañan para alcanzar fines concretos o si se dejan utilizar por otros y son instrumentalizadas dañando su reputación hasta alcanzar el menosprecio de la opinión pública.
La dignidad de un pueblo se mide por la decencia de sus representantes. Esta afirmación solo puede comprenderse desde una posición en la que los valores están por encima de cualquier otra cuestión. Entendemos como valores los principios, cualidades o normas que presiden la conducta y formas de proceder de una persona o colectivo, estableciendo lo correcto o deseable. Los valores orientan nuestras acciones y decisiones incidiendo directa o indirectamente en la convivencia, también, en el devenir de las sociedades y en el entramado de sus estructuras vitales.
“Entendemos como valores los principios, cualidades o normas que presiden la conducta y formas de proceder de una persona o colectivo, estableciendo lo correcto o deseable”.
Justicia, libertad, igualdad y seguridad son valores esenciales vinculados por un fundamento común: el valor de la dignidad de los seres humanos y las entidades a las que representan. Ninguno de estos valores debería ser ajenos al desempeño profesional, tanto en el ámbito público, como en el privado.
Expresamos los valores en nuestros conceptos e ideas, pero lo esencial es que se reflejen en los comportamientos, incluyendo el ámbito corporativo. Una organización valiosa, como una persona o una institución, actúa conforme a los valores que defiende. A nivel de comunicación corporativa, podemos afirmar que una organización vale tanto como sus valores, cómo los transmite y pone en práctica.
Los valores son parte fundamental de la cultura de cualquier organización, representando el marco del comportamiento de sus miembros en función de su visión y misión. Las buenas prácticas y la coherencia, la propia dignidad de la organización y su transparencia, facilitan la fidelización de sus miembros y la adhesión de nuevos miembros a una comunidad respetable.
Niccolò di Bernardo dei Machiavelli (Florencia 1469 – 1527), más conocido como Nicolás Maquiavelo, fue un diplomático y escritor italiano considerado el padre de la ciencia política. Quien quiera comprender la práctica de la política en las últimas décadas, debe tener en consideración a este pensador renacentista.
Es imprescindible la lectura de su libro más emblemático, “El Principe”, basado en la idea de que la naturaleza humana es egoísta y que el fin principal de un líder es conservar y fortalecer el Estado, utilizando los medios más efectivos, incluso si estos son cuestionables éticamente. Cuando una persona actúa de esta manera normalmente, autócratas con ansias de poder, suele calificárseles como “maquiavélicos”. También es muy recomendable la lectura del libro “El Poder, un estratega lee a Maquiavelo” del coronel en la reserva y afamado escritor, Pedro Baños, experto en geopolítica y estrategia. En este libro se desvelan las claves esenciales sobre la aplicación de las técnicas de Maquiavelo en diversas situaciones y entornos.
Concluyo esta reflexión con el pensamiento que nos dejó Marco Tulio Cicerón (106 a. C. 43 a. C.) político, filósofo, escritor y orador romano:
¿Dónde está la dignidad a menos que haya honestidad?
Así es. Desconfiemos y prescindamos de aquellos que se hacen pasar por ser dignos de nuestra confianza, cuando su deshonestidad ha sido reiterativa, más aún cuando ha sido probada.
No, el fin no justifica los medios. Alcanzar el poder o mantenerse en él a cualquier precio y cabalgando a lomos de la indignidad, no es admisible, más aún cuando se representa a una organización, independientemente de su naturaleza. Especialmente grave es la deshonra de un pais por la mala praxis y la ambición personal de sus gobernantes, ofendiendo a quienes sacrificaron sus vidas por construir una patria y legársela a sus descendientes. Traicionar nuestro legado, no respetarlo y desvirtuarlo hasta deshonrarlo es una de las mayores indignidades imaginables.
Nada más indigno que la traición porque no suele provenir de los enemigos, sino de las personas en quien más se confía. Según el Código Penal español, el delito de traición es un conjunto de actos desleales contra la nación o el Estado que atentan contra la integridad territorial, la defensa nacional o la seguridad exterior. Este delito puede implicar la inducción a la guerra, el espionaje, la incitación a la rebelión o el servicio a un enemigo extranjero. Que cada uno busque aplicación de esta ley a su ámbito personal, profesional o empresarial.
Sirva como colofón a estas reflexiones sobre la dignidad, el pensamiento del escritor y filósofo británico, Aldous Leonard Huxley (1894 – 1963):
“El fin no puede justificar los medios, por la simple y obvia razón de que los medios empleados determinan la naturaleza de los fines producidos”
Corporate strategy expert / Branding senior advisor
CEO Veratya Estrategias Corporativas
Director académico:
“Programa Ejecutivo de Comunicación corporativa y Branding”
“Programa de formación ejecutiva en Marketing y Comunicación para la Industria agroalimentaria»
Profesor: MBA Executive en Dirección y Administración de Empresas
Escuela de Lujo & International Butler School
Profesor: Comunicación corporativa y Branding
Excelente artículo, que quizá es un epítome de muchos de los escritos por don Tomás. Hay mucho de sentido de la vida y de los valores que precisamente construyen ese sentido. Y también de esperanza en lo sublime, que es lo esencialmente humano, lo único que nos eleva. Y sólo mirando de forma elevada podemos cambiar la realidad, hacerla mejor, y hacernos más dignos como seres humanos o como agregados. El artículo invita a reflexionar. Enhorabuena a don Tomás.
Muchas gracias, Antonio. Como siempre, muy acertado en las valoraciones sobre estas reflexiones que comparto cada mes. Es cierto que tanto este último artículo, como el resto de los publicados en los últimos años tienen un claro fondo humanista, al representar para mi la clave esencial para salvar a nuestra civilización de si misma.