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27
OCT
2025

“El vínculo indisoluble entre la Inteligencia corporativa y la estrategia”

La inteligencia corporativa es la suma de procesos y tecnologías destinadas a recopilar y analizar datos sobre el entorno empresarial, los grupos de interés, las tendencias del mercado y los competidores.

Sin conocimiento objetivo prevalece la subjetividad y esta aboca a la falta de pragmatismo y a su contrario, el idealismo. La base para el desarrollo y ejecución de una estrategia efectiva y segura es contar con información fidedigna.

Madrid 27 de octubre de 2025

La creación e implementación de estrategias corporativas, requiere conocimiento empírico (experiencia directa y observación sensorial) y conocimiento científico (derivado de la observación, la experimentación y el análisis). Esa información es la que nos permite diseñar las mejores soluciones organizacionales, especialmente, en el ámbito de la comunicación corporativa, institucional, cuando se trata de administraciones públicas.

A lo largo de los años y en el desempeño de mis funciones como conceptualizador y ejecutor de estrategias, he necesitado información de la que, habitualmente, los empresarios y miembros de las administraciones públicas no disponían. Llegado ese momento he contado con profesionales vinculados a servicios de inteligencia en todas sus vertientes y ámbitos de investigación. Gracias a la información recabada he podido desarrollar soluciones basadas en hechos reales, es decir, contrastados, no en deducciones empíricas que no suelen coincidir con la realidad. El empirismo sostiene que la experiencia sensorial es fuente principal y base de todo conocimiento humano. El racionalismo niega esta tesis, argumentando que el conocimiento proviene de la razón y la lógica, basándose en el método deductivo tomando las matemáticas como modelo.

Cuando diseñamos estrategias corporativas, debemos tener mucho cuidado con la subjetividad, es decir, con nuestra percepción de la realidad influenciada por las experiencias, creencias, emociones y puntos de vista. Es necesario distinguir entre la realidad objetiva, que existe independientemente de quien la observe y la realidad subjetiva, basada en interpretaciones personales de la realidad objetiva.

 

Información de calidad.

El conocido físico, Albert Einstein afirmó:

“Saber dónde encontrar la información y cómo usarla. Ese es el secreto del éxito”.

No le faltaba razón al famoso científico alemán y no es menos cierto que la mejor información posible es aquella que es confiable por haber sido contrastada, relevante y útil. Actualmente, podemos considerar información de calidad aquella que se estructura a través de datos sujetos a ocho premisas fundamentales:

  1. Calidad de los datos: están contrastados y proceden de fuentes fidedignas.
  2. Relevancia: capacidad para transformar hechos en información útil que impulsa la toma de decisiones informadas, la resolución de problemas y la mejora de procesos.
  3. Claridad: la información está presentada de forma comprensible para los usuarios.
  4. Completitud: se produce cuando todos los campos de datos en torno a una información están completos. La información incompleta genera especulación y aboca a decisiones incorrectas.
  5. Consistencia: se produce cuando los datos son precisos, fiables y uniformes a través de diferentes sistemas, aplicaciones o momentos en el tiempo.
  6. Actualidad: La información está actualizada, contrastada y es pertinente para su uso en el momento correcto y en las circunstancias adecuadas.
  7. Validez: Cumple con los formatos y estándares de datos predefinidos, reglas y directrices que establecen cómo se deben organizar, formatear, gestionar e intercambiar los datos para garantizar que sean coherentes, precisos y fiables
  8. Unicidad: es el principio de calidad de los datos. Garantiza que cada registro o valor aparezca dentro de un conjunto de datos, sin duplicados ni redundancias.

Respecto a la importancia de la información exhaustiva y fidedigna, de la recopilación, clasificación y análisis de los datos para maximizar el conocimiento, Paul Tudor Jones II, empresario de gestión de activos apodado como “el rey de Wall Street”, nos da este valioso consejo:

“El secreto del éxito desde una perspectiva empresarial es tener una incansable, eterna e inextinguible sed de información y conocimiento”.

En cuanto a la inteligencia referida a las personas, debemos distinguir entre inteligentes y sabios. La inteligencia consiste en procesar la información, resolver problemas y aprender. La sabiduría es la capacidad de usar la experiencia y el conocimiento para poder decidir entre lo acertado y lo inadecuado. Hay muchos hombres y mujeres inteligentes, pero no hay tantos sabios.

 

Conocimiento de los stakeholders

Los grupos de interés (stakeholders), son la esencia de toda estrategia corporativa o institucional, los públicos con los que interactúa la organización son el gran objetivo a comprender y satisfacer. La inteligencia corporativa bien concebida y ejecutada, proporciona cotas de conocimiento y seguridad imprescindibles para prevalecer ante todo tipo de inclemencias, dentro y fuera de la organización.

“Uno de los factores de protección más importante es la prevención y neutralización del espionaje industrial que afecta a los secretos empresariales y a la información confidencial».

La investigación de públicos y los estudios de mercado son imprescindibles y están vinculados a las estrategias de marketing y comunicación, tanto en el ámbito corporativo, como comercial. Por su parte, la inteligencia cumple una función de salvaguarda imprescindible. Uno de los factores de protección más importante es la prevención y neutralización del espionaje industrial que afecta a los secretos empresariales y a la información confidencial. Consideramos secreto industrial aquel que cumple los requisitos de: confidencialidad, exclusividad, valor económico y licitud.

El espionaje industrial reúne las prácticas que realizan los competidores para obtener información confidencial de sus rivales, con el fin de obtener ventaja estratégica. Se trata de una práctica mucho más habitual de lo que se piensa. La mayoría de las compañías objeto de espionaje no son conscientes de ello. Aprovecharse de las inversiones que los competidores realizan en I+D+I implica obtener valiosa información sufragada con el coste del espionaje, considerablemente inferior al de las inversiones que financian la innovación. Todo ello deriva en competencia desleal, lo que tiene un coste de miles de millones de $ en el mundo cada año. Esto sucede por la incomprensible desprotección de las compañías en temas de inteligencia y seguridad corporativa.

 

Tipos clásicos de espionaje industrial

Estratégico: tiene que ver con la información privilegiada, en torno a las características de una oferta al mercado por parte de los competidores. Esto es muy común en el caso de las licitaciones públicas, cuando los competidores de una posible adjudicación averiguan el precio de licitación de sus oponentes. De esta forma rebajan su oferta económica y mejoran las prestaciones con el fin de ser los adjudicatarios de la licitación.

Tecnológico: su objetivo es captar información confidencial de los competidores, vinculada a la innovación. En estos casos, mientras la organización espiada invierte en innovación desarrollando soluciones competitivas, los espías plagian esos desarrollos obtenidos ilícitamente, hasta el punto de que pueden llegar a patentarlos antes que el propio desarrollador de la innovación.

Comercial: es el tipo de espionaje más habitual entre las PYMES (a partir de 2 M€ de facturación). Un ejemplo clásico es el de los empleados que cambian de organización, llevándose a otra la base de datos de clientes para beneficio propio o de su nueva empresa.

No debe confundirse espionaje industrial con competencia desleal que abarca diversas prácticas ilícitas. El espionaje industrial consiste en la obtención ilegal de los secretos de una organización para obtener ventaja, centrándose en el hurto de información confidencial con ánimo de lucro (secretos comerciales, estrategias, etc.). En cuanto a la competencia desleal, se caracteriza por estos tres rasgos:

Intencionalidad: se mantiene una posición ventajosa en el mercado a expensas de los competidores.

Ilicitud: se trata de actos basados en la mala fe y en transgredir las normas establecidas en el derecho de la competencia.

Perjuicio: causa daño a los competidores o a los consumidores, afectando la libre decisión de compra.

 

Vulnerabilidades corporativas e institucionales.

Podemos definir la vulnerabilidad como la imposibilidad de resistencia frente a una amenaza, también, como la incapacidad de recuperación tras un incidente. Vulnerable es lo que una organización nunca debe ser: frágil e indefensa. Empresas e instituciones deben aspirar a ser invulnerables, haciendo todo lo necesario para blindarse. Uno de los primeros pasos es diferenciar entre amenaza y vulnerabilidad.

“Se considera como amenaza cualquier acción que aproveche una vulnerabilidad para atentar contra los sistemas de información”.

En los sistemas informáticos, donde más ataques se producen (ciberataques), se considera como amenaza cualquier acción que aproveche una vulnerabilidad para atentar contra los sistemas de información. Vulnerabilidad es un fallo en los sistemas de información, comprometiendo la seguridad, dificultando las rutas de acceso a los usuarios y vulnerando la confidencialidad.

Según el INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad), “la ciberseguridad es un conjunto de tecnologías, procesos y políticas destinadas a resguardar la confidencialidad, integridad y disponibilidad de la información”. Sin duda, es uno de los pilares fundamentales en la protección de cualquier organización. Su aplicación protege de posibles amenazas digitales a: equipos, redes, aplicaciones de software, sistemas críticos y datos.

 

Objetivos esenciales de la ciberseguridad:

Confidencialidad: facilita que la información solo sea accesible para personas autorizadas.

Integridad: impide la modificación de los datos y la alteración de autorizaciones para llegar a ellos.

Disponibilidad: Asegura que los sistemas y la información estén accesibles cuando se necesiten.

“La fuga de información sensible, el espionaje industrial y la competencia desleal se generan, principalmente, a nivel interno”.

Pero las amenazas cibernéticas no son las únicas que pueden comprometer la seguridad de una organización. Cualquier profesional de la seguridad corporativa sabe que, generalmente, la fuga de información sensible, el espionaje industrial y la competencia desleal se generan, principalmente, a nivel interno. En ocasiones, el peor enemigo está en casa. Para minimizar este tipo de amenazas se utilizan, entre otras, técnicas OSINT (Open Source Intelligence) y HUMINT (Human Intelligence) en torno a personas físicas y jurídica con las que se relaciona la organización a nivel interno y externo. Estas técnicas son especialmente útiles en los procesos de selección de personal, fusiones y adquisiciones, acuerdos multilaterales, procesos de expansión territorial, etc.

Por supuesto, usada con inteligencia, la incorporación de la IA a nivel personal, profesional, empresarial e institucional es una ventaja extraordinaria. Los procesos vinculados a la inteligencia artificial se centran en el aprendizaje automático, lo que implica entrenar algoritmos con grandes volúmenes de datos para identificar patrones y tomar decisiones. Veamos a continuación alguna de las funciones primordiales de la IA en las empresas:

Automatización de tareas: procesos como son: facturación, contabilidad, gestión documental, control de stocks o modelos previos a la fase de producción.

Atención a clientes: chatbots y asistentes virtuales para atender de forma automática las consultas de clientes.

Optimización de procesos: optimización de procesos en áreas como el marketing digital y la cadena de suministros.

Recursos humanos: ayuda en los procesos de selección y contratación de profesionales.

Análisis de datos y toma de decisiones: procesamiento de datos en tiempo real para ayudar a los gestores a tomar decisiones informadas.

Quiero destacar la gran importancia que tienen los “agente de IA”, sistemas de software que utilizan la IA para tomar decisiones y ejecutar acciones con la mínima intervención humana. Estas son sus principales capacidades:

Razonamiento y planificación: piensan en el problema, planifican y eligen la mejor opción para alcanzar el objetivo.

Autonomía: adoptan decisiones y ejecutan tareas sin precisar supervisión permanente.

Interacción: actúan dentro de su entorno, comunicándose, tanto a nivel físico, como digital.

Adaptación: aprenden a través de sus interacciones, mejorando su cometido.

Multimodalidad: procesan y asimilan información de diferentes formatos, como voz, texto, código imágenes, etc.

En resumen, actualmente, los servicios de inteligencia y seguridad corporativa son imprescindibles para mantener grados óptimos de protección. Nunca las organizaciones habían tenido una vulnerabilidad potencial tan elevada como en la actualidad, debido, entre otros factores de riesgo a la digitalización en todos sus ámbitos de actuación, desde el sector primario hasta el cuaternario, especialmente en este último (investigación, desarrollo tecnológico e información).

“No se trata ejercer la desconfianza sin concesiones, sino de otorgar confianza a quien realmente la merezca. Para ser valiosa, la confianza ha de ser selectiva y merecida”.

Muchas veces me han dicho que la aplicación de servicios de inteligencia en el ámbito corporativo es símbolo de desconfianza y siempre contesto con una conocida frase de Nicolás Maquiavelo:

“La confianza en manos maliciosas puede ser transformada en daga afilada que apuñala al inocente”

No se trata de ejercer la desconfianza sin concesiones, sino de otorgar confianza a quien realmente la merezca. Para ser valiosa, la confianza ha de ser selectiva y merecida. Dirigir una organización exige la máxima precaución, actitud de protección que evita peligros, diferente a la desconfianza o sospecha constante respecto a las intenciones ajenas. Los servicios de inteligencia y seguridad corporativa son contratados por directivos precavidos que, como dice el refrán castellano, valen por dos.

 

Tomás González Caballero

Corporate strategy expert / Branding senior advisor

CEO Veratya Estrategias Corporativas

 

CEU Escuela de negocios:

Director académico:

“Programa Ejecutivo de Comunicación corporativa y Branding”

“Programa de formación ejecutiva en Marketing y Comunicación para la Industria agroalimentaria»

Profesor: MBA Executive en Dirección y Administración de Empresas

 

Escuela de Lujo & International Butler School

Profesor: Comunicación corporativa y Branding

Sobre el autor
Profesional y empresario en consultoría de estrategia y operaciones. Articulista y conferenciante, cuenta con más 40 años de experiencia en Investigación de públicos, Comunicación corporativa y Branding. Socio fundador de Veratya Estrategias Corporativas®. Director académico y profesor de Branding en el “Programa Ejecutivo de Comunicación Corporativa y Branding” y profesor de Branding en el “MBA Executive en Dirección y Administración de Empresas”, ambos en CEU Escuela de Negocios C y L.

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