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09
ENE
2020

«Licuar la estrategia, transformar el conocimiento»

Si bien la estrategia y sus tácticas de ejecución deben surgir del conocimiento adquirido en los procesos de investigación, análisis y diagnóstico, es imprescindible contar con planificación y metodología para convertir las ideas en resultados medibles.

La licuefacción o licuación, descubierta por el físico y químico británico Michael Faraday en 1818, es un proceso que sirve para comprender las circunstancias que afectan a las estrategias en sus fases de implantación. Básicamente, la licuefacción consiste en convertir los gases en líquidos bajando la temperatura y aumentando la presión, hasta convertirlos en gas natural licuado (GNL). Se logra así convertir lo intangible en tangible, lo inmaterial en material, lo utópico en realista.

Los profesionales que desarrollamos nuestra actividad consultoría estratégica, conocemos la importancia de licuar las ideas en procesos realistas que conduzcan al éxito de nuestros clientes. Entre las ventajas de convertir el gas en líquido se encuentra la de poder transportarlo en los denominados barcos metaneros, como alternativa a los gaseoductos que, además de ser sumamente costosos, no permiten el transporte hacia destinos transoceánicos.

Sirva también como metáfora de materialización de la estrategia, la conversión del Gas Natural en energía eléctrica a través de la combustión en las centrales térmicas. En ambos procesos de transformación se emplean diferentes procesos: para licuar el gas se baja extremadamente la temperatura y se aumenta la presión. Para convertirlo en energía eléctrica, se aumenta la temperatura a través de la combustión. De igual forma, procesamos y transformamos la estrategia en función de los objetivos establecidos en su diseño, concibiendo y elaborando las tácticas más adecuadas.

Lo primero que debemos comprender es que las tácticas son el equivalente al gas natural licuado de la estrategia. Esta obedece a un enfoque global y paradigmático, abarcando de forma integral los objetivos que se persiguen: el todo, entendido en su sentido filosófico (principio de causa y efecto). En cuanto a las tácticas, son las partes de la estrategia, el conjunto de acciones diseñadas para ejecutarla teniendo en cuenta todos los aspectos relacionados con ella. Es lo que definimos en el plan estratégico junto con los medios necesarios para su ejecución. De todo ello debemos concluir que no hay estrategia útil sin tácticas, y no puede haber tácticas si no hay estrategia. A ello se refiere el estratega militar y filósofo chino Tsun Tzu en su tratado «El Arte de la Guerra», en el que afirma que “La estrategia sin táctica es el más lento camino hacia la victoria, y las tácticas sin estrategia son el ruido antes de la derrota”.

La estrategia y sus tácticas nacen del conocimiento obtenido a través de la información surgida del análisis, estudio y clasificación de los datos, proceso en el que Big Data y Business Intelligence juegan un papel fundamental, al igual que la gestión del conocimiento a nivel organizacional. Pero me gustaría ahondar en la definición de conocimiento, ya que suele haber una concepción confusa del término. Thomas Davenport y Laurence Prusak describen el conocimiento en su libro Working Knowledge (1998) como “una mezcla de experiencia, valores, información y saber hacer que sirve como marco para la incorporación de nuevas experiencias e información y es útil para la acción. Se origina y aplica en la mente de los conocedores”. También describieron la función del conocimiento mediante cuatro actividades secuenciales: acceso, generación, fijación, y transferencia.

Pero cuáles son las fuentes de las que se nutre la estrategia, y cuáles son las centrales térmicas donde sus datos se transforman en tácticas aplicables a las empresas y los mercados. Cómo funcionan las plantas de licuefacción de la estrategia.

Transcurridos más de 30 años desde que me iniciase en el arte de la estrategia, puedo afirmar que la investigación llevada a cabo en profundidad, y la realización de los análisis DAFO y CAME con sus métodos, técnicas y procedimientos tradicionales, combinados con el Big Data, siguen siendo imprescindibles para la elaboración de una estrategia. Estos son los procesos de transformación que requieren las ideas surgidas en el proceso creativo de la estrategia (el gas) para poder ser transformadas en productos útiles (gas licuado o energía eléctrica).

Continuando con el símil que vertebra este artículo, podemos relacionar el Plan estratégico con los diversos vehículos y medios utilizados para transportar la energía, y al Balanced Scorecard (Cuadro de Mando Integral), como la herramienta imprescindible para implementar la estrategia. Pero no debemos perder de vista las palabras de Lawrence G. Hrebiniak en su libro “Ejecución de estrategias”, cuando afirma que una gran ejecución no puede salvar una estrategia mal concebida. Por este motivo hay que dedicarle a la creación y planificación de la estrategia, y a la realización del plan de negocio, el tiempo y los recursos necesarios.

Pero no quiero concluir esta reflexión sin mencionar lo que considero esencial en el terreno de la estrategia, la sensatez, término derivado del vocablo latino sensatus (dotado de buen juicio). Sensatez y sentido común, como es sabido, el menos común de los sentidos, junto a sagacidad, visión estratégica, madurez emocional y experiencia, deben ser algunas de las cualidades que caractericen a los estrategas, independientemente de su especialidad. De todo ello se deduce que ejercer la consultoría estratégica, asumir la responsabilidad de trazar el rumbo de una organización y en ocasiones, también gobernar la nave, no es misión para juniors, como tampoco lo es para todos los seniors.

Sirva como ejemplo de sensatez y prudencia en la estrategia el consejo del filósofo griego Epicteto de Frigia, que apunta en la dirección opuesta a la inmediatez y la precipitación que imperan en el mundo del emprendimiento, que tantos fracasos y quiebras económicas generan.

“Puedes ser invencible si nunca emprendes un combate de cuyo éxito no estés seguro, y sólo si lo haces cuando estés seguro de la victoria”

No se trata de no emprender, se trata de hacerlo en las condiciones adecuadas, en el momento oportuno, con los recursos necesarios y sobre todo, sin prisa. Poner en marcha un proyecto de cualquier tipo acuciados por la necesidad, es lo mismo que dar un paso al frente hacia el abismo, esperando que este desaparezca gracias al arrojo y entusiasmo emprendedor. Aunque el fracaso forma parte del éxito, una cosa es equivocarse en determinadas decisiones empresariales, o en parte del enfoque del modelo de negocio, y otra muy distinta es que en España cierren más del 80% de las empresas que nacen, antes de cumplir cuatro años.

Seamos sensatos.

Tomás González Caballero

Corporate strategy expert. Branding senior advisor.
Sobre el autor
Especialista en conceptualización, creación e implementación de estrategias corporativas y de branding. Con más de 35 años de experiencia, ejerzo mis responsabilidades con entusiasmo y entrega, buscando siempre la excelencia. Soy amante de los entornos digitales sin olvidar la importancia de los presenciales. Aporto experiencia, conocimiento, metodología y pasión en cada proyecto, con plena orientación a resultados.

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